sábado, 30 de marzo de 2013

8 de abril : Absolución a los delegados del Garrahan

El 8 de abril tendrá lugar el inicio del juicio a los delegados del Hospital Garrahan que en 2005 encabezaron la gran huelga de ocho meses que arranco un aumento salarial de 50%, la incorporación de enfermeros para atender la demanda creciente, la instalación de un resonador magnético y mejoras en la infraestructura del hospital.
El reclamo de un salario equivalente a la canasta familiar y la defensa del hospital público fueron crudamente atacados por el gobierno nacional con acciones intimidatorias y con ataques públicos del entonces Ministro de Salud, Ginés González García, quien llamo a los trabajadores “terroristas sanitarios”.
La asamblea de los trabajadores del hospital ha resuelto la salida de un comunicado, un afiche y conferencias de prensa para darle estado público a la campaña por la absolución, y la convocatoria a un comité de apoyo que impulsará un petitorio para ser girado por el movimiento obrero, estudiantil y las organizaciones políticas, sociales y de derechos humanos.
Los compañeros del Garrahan son parte de los más de cinco mil procesados por luchar por iniciativa del gobierno nacional. La Directiva de ATE no puede estar ajena a esta pelea, que no es la única como lo demuestran las causas y pedidos de desafuero contra los artistas del Teatro Colón por parte del gobierno de Macri.
Exigimos a ATE la convocatoria a un plenario de delegados para resolver la preparación, mediante asambleas por dependencias, de un paro y movilización el día del comienzo del juicio a los compañeros.
Nos sumamos a la campaña de los trabajadores del Garrahan por la absolución de los delegados Gustavo Lerer, Adriana Agüero, Eduardo García y Marcelo Mansilla. También exigimos el inmediato desprocesamiento de todos los luchadores obreros y populares

jueves, 21 de marzo de 2013

Torturas en la cárcel de Rawson

La declaración de Hipólito Solari Yrigoyen

Fue el primer testimonio del juicio oral en el que se juzgan el secuestro y los tormentos padecidos durante la última dictadura por él y su correligionario Mario Amaya. Uno de los acusados es un ex funcionario radical de Chubut.

“Es difícil encontrar una explicación racional a hechos irracionales”, reflexionó el dirigente radical Hipólito Solari Yrigoyen ante el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia en el marco del juicio que éste le sigue a tres ex funcionarios de la Unidad Penitenciaria 6 de Rawson por las torturas que él y su correligionario Mario Amaya allí sufrieron durante la última dictadura cívico-militar. Aunque no se constituyó en parte querellante, Solari Yrigoyen inauguró la ronda de testimonios en el marco del juicio por los delitos de lesa humanidad de los que es víctima al narrar las circunstancias en las que fue detenido y los vejámenes que sufrió. Después de sus palabras hablaron ante el TOF su mujer y su hijo.

“Tanto Amaya como yo fuimos secuestrados en esta provincia en 1976”, aseguró el referente radical, quien se desempeñaba como senador nacional por Chubut cuando fue detenido ilegalmente, a los pocos meses de haber comenzado el último golpe militar. Solari Yrigoyen militó políticamente siempre dentro del radicalismo –herencia de familia–. Durante los primeros años de la década de 1970 integró la facción opuesta al conservadurismo, el Movimiento de Renovación y Cambio, que compartió junto al ex presidente Raúl Alfonsín y Amaya, la otra víctima, cuyo caso se ventila en este juicio que comenzó el martes en el Cine Teatro Municipal de Rawson.

En paralelo, se dedicó, desde su profesión, la abogacía, a la defensa de presos políticos, cuya cantidad crecía fuertemente durante aquellos años. Por esa actividad, visitó varias veces la Unidad Penitenciaria 6 de la capital chubutense, en donde mantuvo relaciones con los presos políticos que planearon la frustrada fuga en julio de 1972, que derivó en el fusilamiento de varios de los jóvenes militantes que la intentaron. En 1973 fue elegido senador nacional. Tras sufrir dos atentados en el transcurso de esos años, en 1976 lo secuestraron.

“A mí me secuestraron en mi casa de Puerto Madryn, donde vivo actualmente, la madrugada del 17 de agosto de ese año, mientras dormía”, continuó. Caracterizó el operativo como una “invasión militar”, en el que lo subieron al baúl de un auto “con las manos atadas atrás”. Narró que así y “con los ojos vendados” fue llevado en un avión militar a la Base Aeronaval de Bahía Blanca, y de allí al centro clandestino de detención La Escuelita. Junto con Amaya, detalló, fueron devueltos a Bahía Blanca, en donde fueron encarcelados. Recién entonces los trasladaron a la Unidad Penitenciaria 6 de Rawson, en donde permanecieron alrededor de un mes. Allí, fueron derivados a lo que luego supieron era el Pabellón 8, un sector conocido como “el de los chanchos, porque era el lugar de castigos”, detalló, en donde fueron torturados. Según su relato, “durante 15 días no nos vio un médico, nunca”.

El ex titular de la Convención Nacional de la UCR describió que junto a Amaya sufrieron “los mismos tormentos, el mismo calvario”: “Nos mojaban para dormir, nos golpeaban, nos obligaban a correr, lo que para Mario Abel fue tremendo porque era asmático, así que eso fue el principio de su muerte”, aseveró. Respecto de la atención médica que recibieron en el penal de Rawson narró que la recibieron “accidentalmente, cuando uno se enfermaba y después del feroz castigo, pero nadie preguntaba qué había pasado”.

Uno de los tres acusados es Luis García, ex ministro de Gobierno de la última gestión radical que administró la provincia –entre 1999 y 2003– y ex médico de la UP 6, quien el martes negó haber visto a Amaya “torturado”. Los otros dos son Osvaldo Fano, el ex jefe de esa cárcel, y Jorge Steading, ex guardiacárcel.

Durante la declaración Solari Yrigoyen se emocionó cuando recordó la última vez que vio a su amigo, el militante y abogado de presos políticos, Mario Abel Amaya: “La única y última vez que vi a Amaya, ya estando los dos en el penal de Rawson, nos saludamos. Le dije: ‘¿Qué tal petiso, cómo estás?’, y él me dijo: ‘Vos estás negro’, haciendo referencia a que estaba así producto de los golpes”, precisó con la voz quebrada. Luego Amaya fue trasladado a la cárcel de Devoto, en la ciudad de Buenos Aires. Allí murió el 19 de octubre de 1976 a causa de las torturas.

Solari Yrigoyen logró sobrevivir. Según remarcó ayer ante el TOF de Comodoro Rivadavia y los fiscales Fernando Gélvez y Horacio Arranz –única parte acusadora en el juicio por las dos causas de tormentos–, fue “expulsado” del país: “No me fui por propia voluntad. Pese a todos los sufrimientos, el exilio, jamás varié mi conducta y sigo y seguiré peleando por los derechos humanos de los demás”. El ex legislador nacional denunció lo sufrido cuando regresó al país, en 1984. Las audiencias del juicio que ventilan su caso y el de Amaya continuarán hoy y, según prevé el Poder Judicial local, se extenderán hasta junio
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viernes, 15 de marzo de 2013

Curas secuestrados, curas sospechosos, según Bergoglio


Bergoglio : “Es la impunidad total”

Estela de la Cuadra alertó sobre la designación de Bergoglio
Su padre en 1977, cuando su hermana Elena fue secuestrada durante la dictadura y dio a luz una niña que aún ignora su identidad. Bergoglio, entonces sacerdote, lo mandó a hablar con el obispo auxiliar de La Plata y se desentendió del caso.

 Por Diego Martínez

En octubre de 1977, mientras Alicia Zubasnabar de De la Cuadra marchaba con las primeras Madres en Plaza de Mayo y organizaba la incipiente agrupación Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos, su esposo fue recibido por el sacerdote Jorge Bergoglio. Elena de la Cuadra había sido secuestrada en febrero, embarazada de cinco meses, y al momento del contacto con el provincial de los jesuitas sus padres sabían, por un anónimo y por un sobreviviente de la Comisaría 5ª de La Plata, que el 16 de junio había tenido una niña en cautiverio y que ya se la habían quitado. Bergoglio escuchó el relato del hombre a pedido del superior general de la Compañía de Jesús, padre Pedro Arrupé. En cuatro líneas derivó el tema al obispo auxiliar de La Plata, Mario Picchi, y se desentendió para siempre, según admitió al declarar en la causa por el Plan Sistemático de Robo de Bebés. Licha de la Cuadra se convirtió poco después en la primera presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, pero el cura tampoco se enteró: supo de Abuelas en 1985, durante el juicio a los ex comandantes, aseguró bajo juramento de decir verdad.

“Es un desastre, es la impunidad total”, reflexiona Estela de la Cuadra ante la consulta por la designación de aquel sacerdote como papa de la Iglesia Católica. Estela es hermana de Elena y tía de Ana Libertad, que aún ignora su identidad, y no sale de su asombro de tener que responder decenas de llamados de periodistas de todo el mundo sobre el pasado del flamante papa Francisco. “Pero hay que seguir luchando –propone–. Bergoglio tiene muchas explicaciones que dar. Hay que seguir reclamando para que se abran los archivos del Episcopado durante la dictadura y también los del Movimiento Familiar Cristiano, que tuvo íntima vinculación con la apropiación de niños. ¿Quién puede asegurar que ahí no figure el destino de Ana?”, se esperanza.

Bergoglio recibió a Roberto Luis de la Cuadra en San Miguel el 28 de octubre de 1977, según consta en la nota que escribió para que lo recibieran en el obispado platense. “Tuve una conversación por especial pedido del P. Arrupé”, le aclaró a Picchi. “El le explicará a usted de qué se trata y le agradeceré todo lo que pueda hacer”, apuntó. Los padres de Elena supieron desde el comienzo que estaba secuestrada “en los alrededores de La Plata” porque se los había dicho Emilio Graselli, secretario del vicariato castrense. Por el sobreviviente Luis Velasco y por anónimos que les dejaron bajo la puerta tuvieron la certeza de que la nieta había nacido. “16/6 la señora tuvo una nena, que no saben dónde está la nenita, los padres están bien, De la Cuadra”, decía un escrito que alguien les hizo llegar al día siguiente del parto.

El padre Picchi no tuvo mayores inconvenientes para conocer la verdad que miles de padres desesperados buscaban sin suerte. El dato preciso se lo aportó el subjefe de la Policía Bonaerense, coronel Reynaldo Tabernero, quien murió impune antes de llegar a juicio. El segundo de Ramón Camps le confirmó que la nena había nacido, que había sido entregada a un matrimonio que no podía tener hijos y que sobre el destino de Elena y su compañero Héctor Baratti “no hay vuelta atrás”.

Licha de la Cuadra, que también perdió en manos del terrorismo de Estado a su hijo Roberto José, siguió adelante y se convirtió en la primera presidenta de Abuelas. En 1999, en el Juicio por la Verdad ante la Cámara Federal de La Plata, su hija Estela relató por primera vez la breve gestión de Bergoglio. Volvió a recordarla en septiembre de 2007, en el juicio oral al capellán Cristian von Wernich. “Ese silencio de Bergoglio me indigna. ¿Acaso no tiene nada que decir?”, preguntó ante los jueces. Antes de ser condenado, Von Wernich invocó a Bergoglio para intentar ensuciar a los testigos del juicio. “El cardenal fue muy clarito”, advirtió. “Dice que el demonio es un testigo falso porque está en la mentira, no está en la verdad. Están preñados de malicia”, agregó. Bergoglio no acusó recibo de la invocación ni de la condena.

En 2010, citado por los secuestros de Orlando Yorio y Francisco Jalics en el primer juicio a represores de la ESMA, el cardenal declaró que supo de la existencia de Abuelas durante el Juicio a las Juntas. “¿Por qué no lo citan? ¿No amerita que diga qué pasó con Ana?”, preguntó Estela al año siguiente, en el juicio por el Plan Sistemático. Los abogados de Abuelas y el fiscal federal Martín Niklison hicieron el pedido y la jueza María del Carmen Roqueta, presidenta del tribunal, debió enviar las preguntas por escrito, privilegio de los altos dignatarios eclesiástico al que decidió acogerse el campechano Bergoglio.

El cardenal juró decir la verdad “por Dios y los Santos Evangelios”, recordó que Arrupé les recomendaba escuchar a quienes pedían ayuda “sobre la búsqueda de sus seres queridos”, pero la memoria le jugó una mala pasada. “No recuerdo los pormenores de la entrevista” con De la Cuadra, afirmó. “No recuerdo que me haya referido que su hija se encontraba embarazada”, escribió bajo juramento. “No recuerdo haber tenido conocimiento de las reuniones que podría haber realizado monseñor Picchi”, apuntó. Aseguró que no informó de la denuncia a otra autoridad que no fuera Picchi y admitió que no hizo ninguna gestión para ayudar a la familia De la Cuadra. Reiteró que supo de la existencia de Abuelas durante el juicio a los comandantes y no se privó de elogiarlas: “Han realizado y continúan haciendo una tarea ciclópea”.

jueves, 14 de marzo de 2013

Bergoglio el entregador

El cardenal Mario Jorge Bergoglio está cada vez más involucrado en la desaparición de sacerdotes y en apoyar a la represión de la última dictadura militar y su pasado no queda tan lejano y cada vez es más negro, mejor dicho: ROJO. A pesar de que el papel que este hombre de la iglesia ocupa en el día de hoy es el de aliarse con los sectores más reaccionarios y más recalcitrantes del país, no es algo novedoso. Bergoglio es desde hace muchos años alguien involucrado a los años más oscuros de Argentina, fue el entregador de los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics.

Marina Rubino junto a su marido Pepe Godino -formo parte del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo-

La ex profesora de catequesis en colegios de la diócesis de Morón, Marina Rubino –quien en aquellos años estudiaba teología en el Colegio Máximo de San Miguel y había sido alumna de estos dos sacerdotes- dijo hace unos días que dos meses después del golpe militar de 1976 el obispo de Morón, Miguel Raspante, intentó proteger a los sacerdotes Yorio y Jalics porque tenía pavor de que fueran secuestrados, pero el actual arzobispo de Buenos Aires se opuso rotundamente a esta actitud del obispo. Por ende, al negarse a brindarle ayuda a dos personas que corrían grave riesgo se da uno cuenta que no entendió el mensaje que él mismo intenta pregonar en la actualidad, y quizás también fue el mensaje que tuvo en aquellos años.

“Líbreme el Señor de alzar la mano contra el ungido del Señor"

Marina Rubino comentó además que Raspanti, previó a un encuentro privado con Bergoglio, le aclaró que la situación de Yorio y Jalics era muy complicada y que no podía recibirlos en la diócesis, por las malas referencias que Bergoglio le había enviado. Orlando y Francisco no dependían de ninguna autoridad eclesiástica y Raspante le dijo a ella “No puedo dejar a dos sacerdotes en esa situación ni puedo recibirlos con el informe que me mandó. Vengo a pedirle que simplemente los autorice y que retire ese informe que decía cosas muy graves.”

No es raro pensar esto cuando para los genocidas de aquella época  cualquiera que ayudara a pensar era guerrillero y aparentemente, aunque el arzobispo lo niegue tanto en sus discursos como en un libro que sacó hace poco, es muy difícil que pueda defenderse de estas acusaciones.

El sacerdote Alejandro Dausa, quien fuera secuestrado y torturado en Córdoba en el año 1976, -que hoy vive en Bolivia- contó hace poco que cuando estuvo en Cleveland, Estados Unidos, -año 1977- Jalics le dijó que Bergoglio había sido quien lo entregó y en un retiro en Carlos Paz, Córdoba, Yorio realizó la misma declaración sobre quien había sido el que lo denunciado.

La situación de Bergoglio debería ser tratada en la justicia como participe de la última dictadura. A pesar de que desde antaño una gran parte de la cúpula católica se mostró cerca de los regimenes más totalitarios, autoritarios y asesinos en el mundo, habría que saber cuales fueron los actos de quien hoy habla de la pobreza en Argentina. El Vaticano en su tiempo se mostró “amigo” del holocausto nazi, se mostró a la derecha de Augusto Pinochet, de Francisco Franco, de Jorge Rafael Videla, y tanto dictador o nación asesina, Bergoglio, en nuestro país, no estuvo exento al dolor de 30.000 desaparecidos.

Francisco Jalics – Orlando Virgilio Yorio

Orlando Yorio "Bergoglio no nos avisó del peligro en ciernes.”

Francisco Jalics y Orlando Virgilio Yorio fueron privados de su libertad el día 23 de mayo de 1976 cuando se encontraban cumpliendo su misión sacerdotal en una villa del Bajo Flores.

Ambos sacerdotes, y otro grupo de gente, fueron detenidos por personal uniformado y civil armado, notando que varios contaban en su cinturón del uniforme con el ancla de la marina, apoyados por patrulleros de la Policía Federal. Se los encapucho, se los ató y se los subió a un vehículo para trasladarlos.

Jalics y Yorio fueron mantenidos clandestinamente en cautiverio en la ESMA – Escuela Mecánica de la Armada- donde fueron sometidos a distintos malos tratos, a distinto tipos de agresiones y drogados para ser interrogados.

El 22 de octubre de 1976 los dos recuperaron su libertad luego de ser drogados, obligados a subir a un helicóptero y cuando despertaron aparecieron en medio de un campo por la zona de Cañuelas, Provincia de Buenos Aires.

sábado, 2 de marzo de 2013

Reflexiones sobre el genocidio

ENTREVISTA A DANIEL FEIERSTEIN

El sociólogo, que en su libro Memorias y Representaciones profundiza sobre el genocidio, sus significados y sus consecuencias, analizó el uso de ese delito que cada vez con más frecuencia se hace en las sentencias contra los represores de la dictadura.

 Por Alejandra Dandan

La figura del genocidio escaló posiciones en las sentencias de los últimos años contra los represores. Al comienzo fueron fallos “en el marco de un genocidio”, luego un fiscal usó esa figura para acusar directamente por el “delito de genocidio” y el año pasado en Circuito Camps todas las querellas, la fiscalía y el Tribunal acusaron y condenaron por ese delito. ¿Cuáles son los efectos simbólicos de una configuración penal pensada en esos términos? En Memorias y Representaciones –la primera parte de un libro pensado como trilogía–, el sociólogo Daniel Feierstein compara el “genocidio” con los efectos de otras dos representaciones sobre el terror: guerra y crímenes de lesa humanidad. “El objetivo es poder demostrar críticamente las consecuencias de estos relatos tratando de salir de una discusión acerca de si uno sería verdadero y los otros falsos –dice–, parándonos en otra pregunta: ¿qué consecuencias genera para nuestro presente y futuro cada construcción de sentido?”

–¿Por qué Memorias y Representaciones?

–El eje de mi trabajo previo (El genocidio como práctica social) era demostrar que el genocidio constituía una tecnología de poder, que no terminaba con el aniquilamiento material sino que cobraba consistencia en lo que llamé “realización simbólica”: cómo y cuándo el terror cobra sentido en nuestras prácticas. Eso me llevó a analizar el “posgenocidio”, aunque es parte del propio genocidio, preguntarme ¿qué es lo que ocurre después del aniquilamiento y cómo funcionan los procesos de representación? No lo hice sólo con el ánimo de comprender, sino para actuar políticamente. Analizar si existieron maneras de resistir, de limitar las consecuencias del terror. Trabajé con otras disciplinas para entender cómo funciona la memoria, el trauma; cómo afectan nuestros procesos identitarios. Las herramientas de la sociología, la historia o la filosofía no eran suficientes.

–El libro tiene algo de accesible y una preocupación científica. ¿Qué destinatarios pensó?

–Es exageradamente ambicioso porque el posible lector son una cantidad de públicos distintos y hay una preocupación política muy inmediata vinculada con la coyuntura, en relación con los operadores jurídicos y la importancia de comprender los distintos tipos de calificación jurídica. Un lector privilegiado son los jueces, querellantes, fiscales, todos los sectores, incluso los perpetradores y sus defensores. Pero como el eje son los “trabajos de elaboración” hay un intento para que sea accesible a cualquiera, incluso pensar analogías con otros procesos en tanto una hipótesis central es que el genocidio transforma las identidades de todos los miembros de la sociedad y que el terror afecta al conjunto social. Por otro lado, hay una preocupación de plantear una serie de hipótesis arriesgadas en el diálogo interdisciplinario y en especial por el interpelar psicoanalítico.

–En la primera parte recurre a la neurociencia y aparece el eje de la “des-sensibilización”, que va a ser importante en la segunda parte, y la construcción de la figura del genocidio.

–El objetivo es comprender cómo funciona el cerebro y la estructura psíquica que constituyen el sustrato de los procesos con los que quiero trabajar. Una preocupación central es poder desarrollar hipótesis en función del carácter adaptativo de lo que llamo “procesos de des-sensibilización”: comprender cómo nos “ajenizamos” de los procesos de terror que vivimos. Trato de encontrar fundamentos en procesos mucho más primarios y explicar por qué un ser vivo resulta “adaptativo” por perder el registro de sensaciones de aquello sobre lo cual no se tiene capacidad de actuar. Cuando un sistema nervioso es sometido a una agresión frente a la cual no tiene ninguna posibilidad de reaccionar, la única respuesta adaptativa es disminuir su conexión (des-sensibilización) a modo de hacer vivible su continuidad. El dolor es un alerta para la acción, pero si la acción es imposible el dolor se vuelve inútil.

–¿Cómo se vincula con el genocidio esta sociedad que amputa su capacidad de sentir dolor?

–El tercer capítulo intenta cuestionar una mirada que podría llamar de cierto historicismo ingenuo, que cree que la ciencia social podría revelar una única verdad de los hechos. Trato de plantear que nuestro sistema de representación construye sentido, que no es lo mismo que construir verdad. No hay una sola forma dar sentido a la realidad caótica y para constituirnos como sujetos sociales con identidad damos sentido a ese caos de estímulos, priorizamos unos sobre otros. Esto me lleva al eje del libro: tratar de comprender las consecuencias de las tres grandes construcciones de sentido alrededor del “terror” que hemos sufrido como sociedad: los que lo conciben como “guerra”, como “crímenes de lesa humanidad” y como “genocidio”.

–Antes de cada uno, ¿por qué dice que la Justicia tiene un rol prioritario en esa construcción?

–Creo que los efectos de sentido se construyen en muchos planos, pero el jurídico tiene un peso cualitativo, ya que hemos puesto a la Justicia en el rol de sanción de verdades colectivas. Es el ámbito fundamental de sanción de nuestras representaciones colectivas sobre el pasado y por eso el libro.

–¿Cuáles serían esos sentidos?

–Una de las variables más relevantes para analizarlos es la “afección”: la relación entre una “identidad-nosotros” y el proceso de terror-ejercicio en lo social. Hay tres tipos de reconstrucciones claramente distintas. El discurso de la “guerra” piensa en clave binaria, de bandos. Una división social que opone dos identidades y dos grupos. Tiene algunas ventajas porque piensa en términos de grupos, de sujetos sociales. Pero su desventaja es quitar complejidad al ejercicio del terror, es decir, cosifica en roles rígidos a los participantes de ese proceso al ponerlos como bandos. Otro riesgo es la teoría de los dos demonios: al reducirlo a grupos muy pequeños de población y poder plantear la idea de una ajenidad del conjunto social. La idea de que los que confrontaban eran grupos marginales y que el conjunto social se encontraba afuera de la confrontación.

–¿Y los crímenes de lesa humanidad?

–La representación es totalmente distinta, pero su característica se basa en el componente liberal: la comisión de delitos particulares cometidos desde el Estado contra los ciudadanos, por lo tanto el afectado por el terror es el ciudadano en términos individuales. Podemos tener perspectivas más amplias o más acotadas. Que no sólo se ve el secuestro, asesinato, sino la violencia sexual, pero el concepto de lesa humanidad hereda el principio individualista de la lógica penal.

–¿Genocidio?

–Genocidio aporta la potencia del concepto de “grupo”, permite quebrar una lógica binaria y pensar que el terror afecta al conjunto social, incluso incluyendo allí a los propios perpetradores. Que el terror transforma a los sujetos sociales en una cantidad amplísima de niveles y de prácticas. Que es imposible no ser afectado por una sociedad que instala el terror sistemático con respecto al conjunto de su población.

–Ahí hay una “sociedad” reemplazando lo que en otras perspectivas tenía al “Estado”: ¿sociedad como víctima pero también responsable?

–Nos permite pensar la complejidad de que a la vez la mayoría de la población fue víctima de ese terror y responsable de su reproducción. Guillermo O’Donnell lo explicitó de modo brillante con el concepto “liberación de los microdespotismos”.

–¿Y cómo opera lo social “des-sensibilizado”...?

–Creo que una reacción social fuerte de los juicios, aún hoy y pese a la inclusión de la figura de genocidio en numerosas sentencias, es que todavía es profundamente hegemónica la mirada que entiende lo que se está juzgando como lo que les ocurrió a los afectados directos. Lo que ocurrió con gente que no es parte de mi propia identidad, quienes pasaron por un campo de concentración o los familiares y en todo caso la respuesta del ciudadano medio podría ser un mayor o menor nivel de solidaridad o empatía donde sigue siendo fuerte la incapacidad de pensar su propia afección. En ese contexto, con el planteo de genocidio va ganando fuerza el pensar el terror como la destrucción del grupo nacional argentino. El avance en las sentencias y en la discusión colectiva puede ser un aliciente para poner sobre la mesa las afecciones en cada una de nuestras prácticas, tanto de los miembros de la generación que la vivió como de los hijos...

–Usted habla de esto en el libro, pero ¿no sólo los efectos en “hijos” de afectados directos?

–A ese terror legado por sus padres, y legado traumáticamente y no explícitamente, porque fue legado por padres que hegemónicamente creen que ese terror no los tocó. Y entonces ese legado es mucho más inconsciente, pero justamente son los legados más difíciles de revertir y procesar..
Lo político y el politicidio

Se dijo que al no estar incluida la figura de los perseguidos políticos en la Convención, la idea de genocidio despolitiza a las víctimas.

–Creo que eso tiene varios problemas. Por un lado, todos los procesos genocidas a lo largo de la historia tuvieron motivación política. Por otro, pensar la identidad centralmente como política y en particular la identidad política partidaria produce, a mi modo de ver, un empobrecimiento de la comprensión de ese proceso porque deja por fuera montones de relaciones sociales que no remiten a la identidad partidaria. Los delegados gremiales, dirigentes barriales, estudiantes, muchos tenían identidades partidarias, algunos menos claras o cruzadas: lo político nos atraviesa de modos mucho más complejos que lo partidario. La idea de “grupo nacional” termina de instalar la complejidad de los procesos genocidas: la destrucción de vínculos sociales que se vinculan con el rediseño de sistemas de poder, que es en lo que se basa la política, opera en todos los lazos de la política nacional transformando nuestra identidad.

–Otra crítica es que la idea del genocidio aparece determinada por la experiencia nazi.

–Cada representación evoca tipos de analogías distintas. El genocidio está analogado al nazismo, y eso tiene ventajas y desventajas. La cara negativa es su vinculación directa con el racismo y una de las consecuencias más negativas es la experiencia de Guatemala, donde hubo una fuerte despolitización del proceso de exterminio al priorizarse la identidad indígena por sobre el componente nacional y político de los grupos destruidos, que incluían indígenas y ladinos. En el caso argentino se acentuó la idea de grupo-nación y no con su carga racista o étnica, pero permitiendo una fuerte politización. Pero otra forma de esa analogía es muy favorable. En la lucha contra la impunidad está instalado que los perpetradores nazis no pudieron escapar a la condena y, aunque no del todo cierto, opera en la resistencia contra la impunidad como expresan el canto del “Como a los nazis...”.

–¿El “genocidio” cambia las penas?

–Resulta muy sugerente que, pese a que normativa y doctrinariamente las figuras de lesa humanidad y genocidio no deben medirse distinto en términos de penas, haya una tendencia muy creciente a establecer penas más severas y cumplimiento de prisión de condenas más severos en aquellos que reconocen la existencia de genocidio aun cuando no se fundamenta de esa manera. Es particularmente llamativo, muestra la fuerza que imprime el concepto incluso en ámbitos donde no tendría fuerza efectiva. Esto es parte de lo que estoy evaluando en mi segundo volumen.

upo nacional

La idea de “grupo nacional” se usa porque era la que estratégicamente se podía usar en la Convención sobre Genocidio, ¿o cree que da cuenta de otros anclajes?

–Pensar la experiencia argentina como destrucción parcial del grupo nacional argentino surge como respuesta coyuntural técnica a la posibilidad de incluir el “caso argentino” en la Convención a partir de la exclusión de los grupos políticos. Pero esa resolución coyuntural tuvo una potencia conceptual impensada para transformar todo el modo de pensar y representar el genocidio.

–¿Por qué?

–Desde su sanción como concepto jurídico en Naciones Unidas, el genocidio era pensado básicamente en clave binaria: el aniquilamiento de un grupo por otro grupo sin percibir que de ese modo se legitimaba la estructura de pensamiento de los propios genocidas. Como el caso del genocidio nazi, sería un grupo alemán aniquilando a otro grupo judío como si fueran dos entidades esencialmente distintas, que era lo que planteaba el nazismo: que los judíos no eran alemanes, no eran europeos. Por el contrario, la idea del aniquilamiento del “propio grupo” confronta con ese objetivo genocida de separar a una parte de la población del “nosotros”, de un nosotros colectivo. Pero una vez aparecida esta línea fue sugerente volver al creador del término: Rafael Lemkin, un judío polaco que pensaba al genocidio como la destrucción de la identidad de los oprimidos dentro del propio grupo nacional.

De lo posible a lo imposible

¿Cómo ve lo que está pasando con los juicios?

–Me parece que hay un eje entre lo posible y lo imposible. A mi modo de ver, tuvo que ver con la persistencia de un núcleo muy duro de los que tuvieron la terquedad de luchar por lo imposible. Muchos, incluso yo mismo, veíamos como imposible que la Justicia tuviera la flexibilidad de poder darles a los hechos su nombre más preciso. Creo que las sentencias muestran dos cosas. Una, que un proceso puede seguir avanzando en la medida en que hay quien siga reclamando y que sólo podemos conquistar algo cercano a lo posible si luchamos por lo imposible; y dos, el proceso muy básico en el desarrollo del ser humano de fetichización: creer que nuestros productos cobran autonomía en relación con nuestras acciones, y en verdad el proceso de justicia es un producto humano y es afectado por las acciones de los colectivos humanos. Ese proceso que nos hace creer que nuestros productos cobran vida propia y que el derecho tendría sus lógicas que estarían más allá de nosotros, y esta terquedad de aquellos que luchaban pidiendo lo imposible permitió quebrarlo y mostrar que la Justicia es una producción humana y entonces lo imposible es en verdad posible.